Una empresa canadiense ha demostrado la viabilidad del concepto a través de un sistema de boyas desaladoras modulares. El dispositivo básico consiste en una plataforma flotante anclada al fondo marino y con una tubería que transporta el agua dulce hasta la orilla.
El dispositivo inicial, bautizado como clase Iceberg, aprovecha la energía de las olas para inyectar agua a presión en un sistema de desalación por ósmosis inversa, que es la tecnología más extendida entre las plantas de desalinización y la más sostenible. Al pasar por un sistema de membranas se elimina la sal y se producen hasta cincuenta metros cúbicos de agua al día. Esta cantidad basta para cubrir las necesidades de cien familias de cuatro personas.
No obstante, el sistema se ha diseñado de manera modular y escalable. Por un lado, se pueden instalar varias unidades de forma contigua y, por el otro, hay unidades de distintos tamaños. Junto con el modelo básico actual, existen otros dos más pequeños. El más reducido se ha planteado como una plataforma de fácil instalación que permita generar agua dulce de forma inmediata en caso de catástrofes humanitarias en zonas costeras. Sería el equivalente a esta otra desaladora portátil de la que hablamos hace un tiempo.
En principio, basta con que las olas alcancen un mínimo de un metro de altura y que el fondo marino tenga una profundidad de entre trece y treinta metros para que el sistema funcione de manera óptima. En cuanto a sus dimensiones, las máquinas de la clase Iceberg miden ocho metros de largo por cinco de ancho y tienen un peso de once mil kilos.
Las nuevas desaladoras flotantes se han concebido desde el primer momento como una tecnología basada en la economía circular. Además de utilizar energía undimotriz para bombear el agua y aprovechar la energía solar para el control de los sensores de a bordo, están fabricadas en su mayor parte con plástico reciclado. Concretamente, el modelo básico recicla hasta 170 000 botellas de plástico. En términos de protección medioambiental, cuentan con unas mallas que evitan que la desaladora succione vida marina.
Por último, sus desarrolladores afirman que cada unidad tiene una vida útil de entre quince y veinte años, y que tan solo requieren entre tres y siete visitas anuales para tareas de mantenimiento. Por ahora la cantidad de agua dulce producida es limitada y se está trabajando en el desarrollo de desaladoras flotantes a escala industrial. Estas primeras unidades podrían entrar en fase de pruebas a lo largo de 2023.
Fuente: imnovation-hub